Para Mario Alejandro, reparar una consola de videojuegos fue el inicio de todo: descubrió la tecnología y entendió que esforzarse y estudiar con disciplina es la manera más clara de avanzar y abrirse un futuro posible.
A sus 16 años, Mario Alejandro Mejía Montoya está a punto de graduarse de la Institución Educativa José Félix de Restrepo y habla del futuro con la convicción de quien ya comprendió que el esfuerzo y la disciplina en el estudio son herramientas que pueden cambiarle la vida. Creció entre mudanzas. Su mamá, María Janneth, ingeniera civil, cambiaba de obra constantemente, y él iba detrás, aprendiendo a adaptarse rápido.
Ese ejercicio de acomodarse a lo nuevo, de empezar una y otra vez, se convirtió, sin que él lo notara, en una forma temprana de disciplina. Este año, por ejemplo, se trasladaron de Jardín, en el suroeste antioqueño, a Medellín para ampliar sus posibilidades de entrar a la universidad.
La tecnología apareció primero como una necesidad y luego como una oportunidad. Un día quiso hacerle mantenimiento a su consola, una Play 4, y el precio del servicio lo sorprendió. Buscó un tutorial en YouTube y decidió intentarlo por su cuenta.
Cuando abrió la consola y vio placas, cables y circuitos, algo hizo clic. Empezó a investigar, ver videos y desarmar y armar equipos. Lo que nació como curiosidad se volvió hábito, y ese hábito se transformó en una primera experiencia de progreso.
Un amigo notó su habilidad y le propuso un negocio improvisado: arreglar los computadores dañados que entregaba el Gobierno en Jardín. A los 14 años ya tenía clientela: «Me decían que era muy piloso», recuerda.
En el colegio, compañeros y profes empezaron a pedirle ayuda: optimizar equipos, instalar Windows, reparar antenas de wifi. Él lo hacía casi como un juego, pero ese juego le confirmó que quería dedicarse a la tecnología. En ese camino llegó en el 2024 Inspiración Comfama a la vida de Alejo, un programa que genera conversaciones en los colegios para el crecimiento personal y desarrollo de habilidades de las y los jóvenes a través de la educación y la cultura. Este programa lo marcó profundamente.
Cada jueves se reunía con estudiantes de distintos grados y con el profe Juan, quien insistía en trabajar en equipo y perderle el miedo a lo desconocido. Alejo disfrutó especialmente el taller de circuitos: armar un sistema de riego y una lámpara en una protoboard. Por primera vez sintió que estudiar no era solo cumplir tareas, sino entender cómo funcionan las cosas y disfrutar el proceso.
Mario Alejandro sueña con estudiar ingeniería de sistemas, ingeniería informática o ciencia de datos; con ejercer su profesión, resolver problemas, ayudar en su casa, viajar con su mamá y su abuela y construir una vida que lo haga feliz. Se postuló a una beca en EAFIT y espera ganarla como un paso más en esa escalera de progresos que ha construido a punta de esfuerzo, donde estudiar ha sido la ruta que le permitió descubrir sus capacidades y acercarse, cada vez más, a trabajar en algo que ama.
¿Cómo influyen el estudio, el esfuerzo y la disciplina en los procesos de formación y desarrollo personal?
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